Poco podía imaginar el joven Vicente Barrera Simó,cuando distraídamente veia alguna corrida de toros en televisión, que terminaría siendo parte importante y destacada de la historia del toreo.
Aunque su abuelo paterno, el gran Vicente Barrera Cambra, es uno de los grandes nombres de la tauromaquia, su relación con el mundo de los toros fue tardía y no efectiva hasta mucho mas tarde, una vez terminados sus estudios de Derecho. Nadie, ni él mismo, pensaba entonces que aquel Barrera podía llegar a ser torero, y menos, figura.
En casa no era de toros de lo que más se hablaba y, ni su padre ni sus tíos habían tenido especial relación con este mundo. Ya se había encargado el torero, y mucho mas la mujer del torero, de mantener a sus hijos alejados de todo lo que tuviese que ver con toros, estoques y muletas, no dejando apenas recuerdos del glorioso paso por las plazas de quien fue uno de los matadores más destacados de la llamada Edad de Plata del toreo
Pero un buen día descubrió la magia de este mundo. Sintió la llamada de los genes y decidió que quería ser torero. Se busco la vida como pudo. Iba a los tentaderos en autobús, haciendo amigos que le orientasen dónde, cómo y cuándo podía torear y, con insistencia, logró que lo incluyeran en un festival en la poblacion manchega de Munera, ciudad barrerista por antonomasia. De ahí en adelante fue cubriendo etapas con rapidez hasta llegar al gran bombazo en 1993: Una novillada en las fallas en las que se descubrió para el mundo a un novillero que mostraba unas cualidades extraordinarias.
Poco después se convertía en el primer valenciano que abría la Puerta del Príncipe, y unos meses más tarde, Curro Romero le daba la alternativa en la Feria de Julio de Valencia, haciendo dieciocho temporadas como matador de toros.
En estos casi 20 años en los que ha cumplido prácticamente todos sus objetivos, hasta lo que será su campaña de despedida de los ruedos, Vicente Barrera ha pasado dejando la impronta de torero de extraordinaria personalidad, y una elegancia innata pocas veces vista, vertical, con sentido del temple y de imponente valor y serenidad, que en sus comienzas asustó por su espontáneo y natural desapego por el riesgo, pisando unos terrenos muy comprometidos, dando importancia a todo lo que hacía, y asumiendo un riesgo que le dio vitola de distinto y especial entre los buenos aficionados, pero que le costó, también, no pocas cornadas.
Pero esa es la grandeza del toreo. Y él la tuvo, y en grandes dosis, consiguiendo algo vedado para la inmensa mayoría de los mortales, ser torero, y además, y durante varios años, figura.